No es por el sentimiento de patria (término tan vacío hoy en Colombia), que nos embarcamos en esta empresa, empresa, digo, como trabajo con un horizonte intelectual: destacar las ideas y exaltar algunas figuras de la cultura, el arte y la literatura en Colombia. No es tampoco por el sentimiento de nacionalidad, palabra tan inasible para los colombianos, sobre todo cuando se va de una frontera a otra. Ni por la patria ni por la nación escribimos y recogemos las muestras de lo que hacemos. Es por ese diálogo cultural, sostenido entre Colombia y México, desde cuando Francisco Álvarez de Velasco y Zorrilla se encontrara con los mundos simbólicos de Sor Juana y expresara el deseo de compartir su celda, esto es, de amarla; es por esa búsqueda del encuentro, reiteramos, que aquí presentamos estas señales: las de Colombia en la revista Fractal.
México y Colombia, dos países parecidos en sus desgracias políticas y en sus fuerzas intelectuales y estéticas, si bien el primero marca las diferencias, a su favor, por esa historia milenaria que ha podido pervivir después de la conquista de los españoles y de las múltiples revueltas por el poder. Revueltas y guerras civiles, marrullas y componendas políticas, coinciden en México y Colombia a través de su historia.
Estos textos develan, sin proponérselo, el sentimiento de algunos de los escritores colombianos frente a la entropía que ha caracterizado las últimas décadas. Se exponen en una revista mexicana que por su pluralidad constituye el mejor lugar para que los lectores reconstruyan las semejanzas aquí insinuadas. Se trata de una revista y como tal reúne un puñado de trabajos, entre otros tantos que merecen estar aquí.
En el universo del caos la fatalidad se convierte en conocimiento, parece ser un emblema que se infiere en los textos aquí recogidos: nunca antes en Colombia habían despuntado tantos escritores, artistas plásticos, músicos, directores de cine, fotógrafos, actores e investigadores en todos los campos, como ha ocurrido en las tres últimas décadas. Es como si ante la carencia hiciéramos germinar en el desierto lo que el cuerpo requiere para subsistir.
Frente a la prepotencia y las mezquindades de quienes han sido los artífices de la cada vez más acentuada desigualdad social, los artistas y los académicos colombianos han podido llamar la atención y apostar por formas diversas de interpelación: desde la palabra y desde la imagen visual, cuya polivalencia busca sensibilizar para repensar el mundo y para afrontar la adversidad. Siempre nos preguntan cuando venimos a México, hasta cuándo vamos a permanecer en estas ambivalencias: por un lado, las fuerzas intelectuales y artísticas y, por otro, el carácter vacuo de lo que se llama democracia. Siempre nos es difícil contestar sin caer en la contradicción. Sabemos del carácter ambicioso de nuestros gobernantes y sabemos también de los obstáculos para que los ciudadanos tengan acceso a las fuentes, como los libros y las revistas, desde las cuales podrían tener mejor criterio para tomar decisiones, aunque el alto índice de abstencionismo constituye el referente de una actitud de renuncia a lo que en Colombia se da en llamar democracia. Dos hechos marcaron políticamente a toda una generación: el engaño en las elecciones de 1970, cuando le negaran la victoria a Gustavo Rojas Pinilla, y el golpe de estado al presidente Allende, en Chile; por eso cuando se les solicita a los escritores las colaboraciones para una revista cultural, esa experiencia es inevitable, como podrán observar los lectores en este número de Fractal.
Las revistas son el mejor lugar para hacer los balances de lo que significa la vida cultural y el pensamiento crítico de un país. El Maestro Edmundo Valadés decía con mucho tino que las revistas eran esa especie de estafeta que permitía poner en comunicación a los miembros de una comunidad, ya fuese la comunidad de los escritores, o de los pintores, o de los investigadores. Pero hay que decir también que a la vez que una revista nos pone en contacto con lo que está ocurriendo nos empuja también a repensar el pasado.
En este número de Fractal hallamos trabajos que nos hacen sentir la historia social de Colombia como un único estadio, donde todo parece estar quieto, es decir, como la no-historia. Pero en contraste, hallamos textos que nos acercan a la búsqueda vertiginosa de nuevas propuestas estéticas. Textos que dialogan entre sí, por los temas y las posiciones políticas y literarias de sus autores. Textos que ayuda a comprender los nexos del arte, incluidas aquí la arquitectura y la fotografía, con la vida política y las disciplinas de la historia. Textos, en fin, que revelan la poesía, entendida como la representación simbólica de un mundo posible en el que las ideas orientan y son un referente para el foro.
Contiene poemas de: Amparo Osorio, Fernando Denis, Felipe Robledo y Gonzalo Márquez Cristo. Minicuentos de: Álvaro Mutis, Triunfo Arciniegas, Harold Kramer, Germán Espinosa, Guido Tamayo, Fabio Martínez, Pablo Montoya…. Además del Manifiesto Nadaísta para el Siglo XXI de Jotamario Arbeláez, “Las tres batallas de Guillermo Cano” de Guillermo González y “Vivir