Resultado de un trabajo arduo y riguroso, de la lectura cuidadosa de desarrollos teóricos y conceptuales, y a la vez de la experiencia de campo en las aulas de clase, el presente libro viene a contribuir al debate sobre los estudios del lenguaje, sobre todo cuando está orientado a concebir el discurso como un “conjunto de instancias de voces agrupadas en una voz significante ante unas necesidades concretas de relación comunicativa y de acción”. Yace en su interior una concepción teórica, de ética responsable, donde el lenguaje se entiende como acción, singular, más no abstracta o general con destino a estudios formales.
Su punto de partida es el individuo productor o intérprete de su situación mediante la producción del discurso, a quien han desconocido y reducido a convertirse en un “objeto de estudio”, sin voz propia ni conciencia. De ahí el cometido e intención del autor: hacerse vocero teórico de los excluidos en las voces teóricas del lenguaje y del discurso. “Es mi voz para disentir y proponer un diálogo con pensadores de muchas épocas, especialmente de aquellos que no fueron la voz oficial o normal, como los sofistas, Nietzsche, Foucault y Bajtín”, expresa el profesor Ramírez Peña.
Su decisión es apartarse de los enfoques teóricos de la lingüística, acto dado por la convicción de que el lenguaje no es definible ni explicable solamente desde la consideración de éste como mundo objetivo. Perspectivas que desconocieron la presencia subjetiva o social del lenguaje y tuvieron el afán de parcelar la realidad a manera de disciplinas, compartimentos estancos que se apartaron de la dimensión universal del lenguaje y sus realizaciones.
Dicha posición, propia de la pedagogía crítica, sólo puede ser asumida al interrogar las verdades oficiales y las prácticas académicas institucionales, las cuales han sido de carácter fundamentalista y elitista. Al ser crítico, el autor propone en el fondo un cambio, de base dialógica, que mejore nuestra educación y nuestra sociedad. El discurso dialógico se hace posible a través del pensamiento y la acción crítica, la apropiación reflexiva de las teorías y la constante autorreflexión que incide en las prácticas pedagógicas al interior y exterior del aula.
Comunicación y discurso, al abrir un debate lúcido con argumentos consistentes, se enfrenta así a otras teorías eclécticas, de naturaleza acrítica, en el ámbito de una pedagogía amparada desde la confusión ética y epistemológica, el autoritarismo, el imperio de la información, el pragmatismo, la concepción ahistórica de la realidad, la primacía de la cultura trivial, el espectáculo, entre otros. La coherencia del autor, la comprensión de las contradicciones y contrastes, su conocimiento de la historia y de las tradiciones teóricas, su experiencia docente en el campo de la pedagogía y la didáctica, son los fundamentos que soportan el peso crítico de sus afirmaciones. Viene a confrontar esta obra una Escuela que todavía abraza la aventura del conocimiento, pero despojada de la riqueza de los procesos, ofreciéndose como un conjunto frío, abstracto y lejano de objetivos y logros descarnados. Una Escuela que ignora las peculiaridades y diferencias del desarrollo individual, imponiendo la adquisición homogénea de contenidos, olvidando o despreciando las contradicciones y conflictos del pensar y del hacer.
Es menester, entonces, inscribir el presente libro dentro de un reto educativo de la nueva pedagogía, la cual procura interrogar asuntos fundamentales como la universalidad de las normas, la no existencia de la tolerancia, el irrespeto por la multiplicidad y pluralidad, el protagonismo perdido del individuo creador a favor de la masa, la mitificación de la razón, la certeza absoluta en el progreso de la ciencia y las formas elitistas de acceso al conocimiento.
La reivindicación del individuo, eje de la tesis del profesor Ramírez Peña, es vista aquí como el enriquecimiento de su libertad para facilitar su reflexión crítica y su actitud creadora. Por tal razón la obra mencionada amplia los horizontes del pensar sobre la comunicación y el lenguaje, y al mismo tiempo estimula la detección del contraste, de la diferencia. Más que un aprendizaje teórico, disciplinar y formal, Ramírez Peña propone una vivencia oblicua, rica y compleja, del acto pedagógico. Recrea los elementos tensionales del proceso educativo, donde incluye las nociones de complejidad y multiplicidad, la ambigüedad e incertidumbre del pensamiento, el contrasentido de toda verdad absoluta, el inconveniente del dogmatismo, la urgencia de provocar la subjetivación, la necesidad de que el individuo sea capaz de convertirse en una voz activa, intérprete, transformadora, crítica y creadora de sus propias elaboraciones.
(Comunicación y discurso, Luís Alfonso Ramírez Peña,