Shakespeare: confabulador clásico

A propósito de Shakespeare, ese venerable fantasma cuyas palabras tienen tantas versiones y significados, publicamos el fragmento de una vertiginosa escena de Hamlet donde el humor adquiere ribetes terribles.

HAMLET: ¿Para qué hombre cavas esa tumba?

ENTERRADOR: Para ningún hombre, señor.
HAMLET: ¿Para qué mujer?
ENTERRADOR: Para ninguna, tampoco.
HAMLET: Pues, ¿a quién van a enterrar?

ENTERRADOR: A una que fue mujer, pero, que en paz descanse, está muerta.
HAMLET: ¡Qué rotundo es el bribón! Como no hilemos delgado nos matarán los equívocos. De veras, Horacio; lo he notado en los últimos tres años: nos hemos vuelto tan finos que hasta el más palurdo le pisa el talón al cortesano y le roza el sabañón. ¿Desde cuándo eres sepulturero?

ENTERRADOR: De todos los días del año, desde aquel en que nuestro difunto rey Hamlet venció a Fortinbrás.

HAMLET: Y de eso, ¿cuánto hace?

ENTERRADOR: ¿No lo sabéis? ¡Si hasta los tontos lo sabenl Fue el día en que nació el joven Hamlet, el que estaba loco y mandaron a Inglaterra.

HAMLET: Sí, claro. ¿Y por qué le mandaron a Inglaterra?

ENTERRADOR: Pues porque estaba loco. Allí recobrará el juicio y, si no, poco importa.

HAMLET: ¿Por qué?

ENTERRADOR: No lo notarán: allí todos están igual de locos.

HAMLET: ¿Cómo se volvió loco?

ENTERRADOR: De un modo extraño.

HAMLET: ¿Cómo "extraño"?

ENTERRADOR: Vaya, pues perdiendo el juicio.

HAMLET: ¿De dónde salió su locura?

ENTERRADOR: Pues de aquí, de Dinamarca. Mozo y hombre, yo llevo aquí de sepulturero treinta años.

HAMLET: ¿Cuánto tarda en descomponerse un muerto sepultado?

ENTERRADOR: Bueno, si no se ha podrido antes de morir (pues hoy en día nos traen muchos venéreos que apenas se pueden enterrar), os puede durar unos ocho o nueve años. Un curtidor os dura nueve años.

HAMLET: ¿Y él por qué más que los otros?

ENTERRADOR: Pues, señor, porque tiene la piel tan curtida que el agua no la atraviesa en mucho tiempo, y el agua descompone bien a todo asqueroso cadáver. Aquí hay una calavera; lleva enterrada veintitrés años.

HAMLET: ¿De quién es?

ENTERRADOR : De un puto demente. ¿Quién creéis que era?

HAMLET: No lo sé.

ENTERRADOR: ¡Mala peste de loco! Un día me vació en la cabeza una jarra de vino del Rin. Esta calavera, señor, es la de Yorick, el bufón del rey.

HAMLET: ¿Ésta?

ENTERRADOR: La misma.

HAMLET: Deja que la vea. ¡Ay, pobre Yorick! Yo le conocía, Horacio: tenía un humor incansable, una agudeza asombrosa. Me llevó a cuestas mil veces. Y ahora, ¡cómo me repugna imaginarlo! Me revuelve el estómago. Aquí colgaban los labios que besé infinitas veces. Y ahora, ¿dónde están tus pullas, tus brincos, tus canciones, esas ocurrencias que hacían estallar de risa a toda la mesa? Ya no tienes quien se ría de tus muecas. ¿Estás encogido? Vete a la estancia de tu señora y dile que, por más que se embadurne, acabará con esta cara. Hazla reír con esto. Horacio, dime una cosa.

HORACIO: Sí, mi señor.

HAMLET: ¿Tú crees que Alejandro tenía este aspecto bajo tierra?

HORACIO: El mismo.

HAMLET: ¿Y olía así? ¡Uf!

HORACIO: Igual, señor.

HAMLET: ¡En qué bajos usos podemos caer, Horacio! ¿No podría la imaginación rastrear el noble polvo de Alejandro y encontrarlo taponando un barril?

HORACIO: Sería una búsqueda demasiado rebuscada.

HAMLET: No, nada de eso; habría que seguirle con mesura llevados de lo probable. Es decir: Alejandro murió, Alejandro fue enterrado, Alejandro se convirtió en polvo. El polvo es tierra, con la tierra se hace el barro, y con el barro en que se convirtió, ¿por qué no se puede tapar un barril de cerveza? Muerto y hecho barro, el imperial César rellena un boquete y el aire intercepta. ¡Ah, que aquella tierra que al mundo arredró tape una pared y corte un ventarrón! Pero, alto. Apartémonos: se acerca el rey, la reina, cortesanos.