Por Hernando Guerra
Tres condiciones animan el propósito de El Bosque del tiempo, el más reciente poemario del poeta, crítico, ensayista y promotor cultural español Juan Ruiz de Torres.
La primera, de orden estético, es la brevedad. El poeta reinventa la memoria para fundir en ella la palabra mínima. Ha viajado por el espacio interior del lenguaje, ha conocido sus secretos, los ha aprehendido para verterlos luego en el molde del silencio. Especie de alquimia, toda verdadera poesía lo es, la palabra última es esencia, la mínima pero máxima expresión hecha milagro.
La segunda condición la constituye una posición ecológica, ética, en cuanto presupone de manera intrínseca y también expresa, en la economía del lenguaje, la defensa de la naturaleza. Así lo dice al anunciar este libro como su penúltima poética: Pienso que éste será mi último poemario. Después de tantos años de intentarlo por todos los ángulos, cada vez tengo menos claro por qué, para qué seguir escribiéndolos. En mis manos, mis libros antiguos se deshacen. Veo en ellos un derroche inmenso de palabras, de esfuerzo, de papel. Y puntualiza: Si sólo una línea será recordada de algún poema nuestro, busquemos con ahínco esa línea y olvidemos el resto. Los bosques lo agradecerán.
El tercer elemento de esta poesía esencial es su raigambre metafísica. A lo corto y breve de sus textos podemos observar una formulación filosófica, insinuación existencial tocada levemente de ironía que se trastoca, que se desdobla:
El poema breve, la tanka, el haiku y el dístico, son las formas del decir poético de Juan Ruiz de Torres. Como el Mexicano Juan José tablada, encontró en el haiku la polisemia, esa infinitud de significación apretada en tres versos de diecisiete sílabas, de métrica singular y enlazada espiritualmente a la filosofía Zen. El poeta se vale de esta forma, la cultiva, pero decide ir más lejos en la contención del lenguaje. Le apuesta a la composición de sólo dos versos: el dístico. El Bosque del Tiempo se ocupa en más de la mitad de su paginado a referenciar un recorrido por la belleza y profundidad de sus dísticos, que arranca desde el poemario Crisantemos de 1982; entra por Las trece puertas del silencio de 1984; nos lleva por los Paseos de Nygade de 1989; pasa por El Jardín de las Horas de 1993; nos enseña el País con islas de 2002, para llegar a Ojos del Agua, publicado en 2005:
¿Acaso reirás
en la hora sangrienta de la guerra?
(De Crisantemos)
Hay una esquina infame en el futuro
donde el dolor acecha.
(De Las Trece Puertas del silencio)
Llega el triunfo, al fin,
cuando la edad lo sabe innecesario.
(De El Jardín de las horas)
A las flores caídas
no acuden las abejas
(De País con islas)
Mira esa incierta luminaria
al final del camino.
(De ojos de agua)
El Bosque del Tiempo, exaltación de la palabra mínima en la obra fundamental de Juan Ruiz de Torres, constituye una clara y bella forma de hallazgo espiritual, de trascendencia a través del lenguaje poético limpio, mesurado y mensurado. Es un retorno al origen, a la esencia, válido y necesario en un mundo cada vez más retórico y estridente:
Un siglo de silencio:
breve respuesta a la palabra necia.