Lou Andreas Salomé o el espíritu del ascetismo

Por Juan Carlos Arboleda *

Parece ser que el desengaño amoroso que sufriera Nietzsche frente a Lou Andreas Salomé quien le impusiera a su vida el sello trágico de su infinita soledad, única e irrepetible, porque las soledades de todos nuestros trágicos modernos, esto es, Van Gogh, Hölderlin, Artaud, Zweig, son irrepetibles en sí mismas y no se pueden comparar, a pesar del género que las soporta, marcaría por siempre el sino de todo héroe condenado al olvido, el desprecio y el fracaso.

Escribir como no se puede vivir es el estigma: La obra de Nietzsche fue una negación furibunda de su propia vida y con esto, le otorgaría la razón a todos los pesimistas y nihilistas que, tanto personalmente como en su misma obra, despreciaba. Ironía que se le presentaba con Sócrates, el corruptor de la juventud ática, patente en su polémico ensayo El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, a quien atacó fehacientemente como el “protagonista y gestor de la decadencia”: pues las dos polémicas Grecias, la dionisiaca que no ocultaba su vigor creciente en el espíritu del arte y la tragedia, y la racional que había aniquilado en sí misma todo instinto de vida, crearon un arco de tensión insuperado.

Y en dicho sentido la dicotomía es Lou Andreas Salomé o la paradoja de Nietzsche, o bien: Nietzsche y su madre espiritual Lou Andreas Salomé, ya que ella marcaría para siempre el ascetismo, el cristianismo y la vida puritana de dicho filósofo hacia delante, hacia la negación de su propia obra. Aceptémoslo: Nietzsche, misántropo, misógino, asceta, horrorosamente cristiano, sufría en su propia persona los ideales del “super-hombre” que nunca encarnaría.

Estamos condenados a escribir lo que no somos, esto es, nuestra “carencia-de-ser”, “el vacío”, “la nada” y el “fracaso constitutivo de la tragedia de nuestra “biografía-personal” y postular con lo anterior, que aquella “nada” es, ante todo, metafísica, ontológica y primigenia; como quien dice, “salvable” sólo por la escritura y la poesía.

Lou Andreas Salomé, sin proponérserlo, le reveló dicha verdad al apasionado, dionisiaco y enamorado Nietzsche, y dicha develación aparece de manera prodigiosa en su obra poética Así habló Zaratustra, sólo que, y todavía engañado por el idealismo, él considera que a través del Super-Hombre, existe salvación. La única salvación fue cuando él, profeta del nihilismo lo escribió.

Le debemos mucho a Lou Andreas, más allá del psicoanálisis y del poeta Rilke, por supuesto: la sexualidad y al enamoramiento que el filósofo sintió por ella; la música y la fiesta que, a pesar de todas las negaciones, desencuentros y soledades, quedó inscrita en cada una de sus líneas.

Colaboración enviada por el Cantautor, actor y poeta colombiano
(Fotografía: El triángulo de la desdicha: Lou, Paul Ree y nuestro querido Anticristo)