La dorada hierba de California

(Caricatura Maldoror)

Después de muchos años de inclemencia y dogmatismo, de palabras de hierro y cianuro, de sanguinarias jaurías en las que cayeron criminales e inocentes, de anatemas intimidatorios contra quienes la producían, la consumían o la publicitaban; luego de unas cruzadas morales que parecieron irreductibles, y cuando en Latinoamérica, como un enjambre de oscuros emisarios, vuelan helicópteros repartiendo mortales sustancias que arrasan no solo con los cultivos “malditos” sino con toda la naturaleza, Norteamérica legaliza la marihuana, le otorga carta de ciudadanía y la cuelga en los supermercados de Los Ángeles, Santa Mónica, y todo el territorio californiano, para que ingrese en la deleznable danza del Bussines, sacrosanta seña del espíritu gringo.

Anunciada apenas hace una semana, esta legalización es un contrasentido si se tienen en cuenta las férreas políticas exteriores de los norteamericanos frente a las drogas, y la encarnizada batalla que parecen dispuestos a darles en el escenario latinoamericano, generoso en la producción de cocaína, o perica, o polvo de ángel, la más extendida de las drogas ilícitas, y un mercado frente al cual la marimba es un efluvio pálido e inocuo : un paraíso artificial al que se puede ingresar con algunos centavos de dólar. En cambio el perseguido “Fuá” representa un negocio gigantesco, sustancial y glamoroso, y eso hace que sus detentadores produzcan terror, envidia, apetitos inconfesables y maledicencia entre aquellos para quienes este mundo es nada más que un enorme supermercado.

Hace unas décadas, durante el apogeo de una primera hornada de narcotraficantes, por entonces pichones de la gran delincuencia consagrados al tráfico de Canabis Sativa, la guerra sin cuartel de los estadounidenses contra la vareta tuvo un fragor enérgico que casi bordeaba con la histeria moral. Como ocurre siempre, el puritanismo exacerbado, la filiación evangélica y la adhesión irrestricta al Dios de la razón cartesiana, convirtieron a los miembros de esa sociedad en agentes propulsores del veto, pero, como en el universo de las transacciones comerciales nada dura en pie más allá de lo que conviene a los mercaderes, y toda realidad tiene el linaje del espejismo, ahora resulta que los mismos detractores de la “Delicia zarca” también conocida como el nirvana hippie, la venderán en sus tiendas con alegre desfachatez, como si le hubieran disuelto sus potencias letales. Y sin embargo insisten en su alegato en apariencia irreversible contra la hipotética legalización de las drogas. Es imposible no recordar aquí, con malévola eficacia, que Norteamérica pudo, después de ingentes esfuerzos realizados en la sombra y el mutismo, producir, precisamente en California, la marihuana más fina, babilónica y poderosa de todo el globo terráqueo. Sin duda una Canabis que barrenó a sus competidoras de manera tajante, alzándose con la bolsa y el fervor de los consumidores. Y también resulta oficioso recordar que la mata de coca, matriz del repudiado y reputado sicotrópico blanco, nunca echó raíces en la tierra norteamericana, pese a las maniobras de algunos capos di mafia en alianza con eruditos complacientes.

Será, por ventura, que una cosa y la otra guardan un parentesco? Que la americanidad de la marihuana y la latinidad de la coca se relacionan subrepticiamente con las actitudes gringas frente al negocio y su legalidad? Que este súbito cambio de brújula tiene relación con el hecho de que ahora el mercado de la marihuana pueda ser controlado en su totalidad por traficantes estadounidenses? Que si se llegara a producir una cocaína americana, de improviso también variaría la conducta moral del estado frente al deleitoso veneno?

Metáfora de la opulencia vacía de wall Street, de los hieráticos corredores de bolsa y vendedores de seguros, de los figurines estrafalarios encarcelados por la fama, la cocaína parece más cercana al púlpito capitalista de lo que lo estuvo nunca la hierba: Es uno de sus espejos reveladores y por eso en las calles de las ciudades gringas los gramos de polvo de ángel se venden con una velocidad sinfónica mientras que, más lejana al sistema, tal vez por su lentitud reflexiva y su serenidad budica, la marihuana continúa siendo apenas una coqueta difamación, ¡ suerte de crítica benévola al pragmatismo del sueño americano¡

Legalizada la marihuana para levantar algunos nuevas sucursales de la fortuna rápida, la cocaína continúa, sin embargo, en su rol de protagonista escandalosa: el embale hasta ahora comienza…