El regreso de la anarquía

Profesor Horacio Martínez Guerrero *

Queridos con-fabuladores, los hago partícipes de algunos estallidos verbales alrededor de la espléndida y difamada anarquía. Creo que su libelo –aún evadido de la luctuosa victoria- está en la obligación de difundir a la más fina casta de la insurrección… aquella que permanece por siempre fuera del poder, en estado de salvajismo beatífico, de suspensión dichosa y de vigilancia perpetua. Va esta oración sin destinatario celeste, por la lucidez terrena y el anhelo de las supresiones. Profesor Horacio Martínez Guerrero, Anarquista sin escrúpulos.


BREVIARIO DEL ANARQUISTA

(Fragmentos)

Que el propulsor de la esperanza sea declarado persona non grata, endiablado mecenas y objetivo militar.

Todo proyecto histórico es abyecto y su función es interrumpir a la felicidad…

Que cada hombre cumpla hasta la saciedad sus necedades recriminatorias, su lacayismo taumatúrgico, los pasos fulgurantes y tenebrosos de los que se permiten todavía tener nostalgia de la luz.

Nosotros podemos ser dichosos en la angustia, sin gobiernos que remplacen a Dios, ni Dioses que remplacen a la risa… angustia que requiere de un golpe de estado cada día: Apocalipsis al que aspira el anarquista.

Ver hombres y no cifras, ver pueblos y no vulgos: Descubrir en el desheredado al elegido silente: es válido ver en él al único endiosado.

Desocupar de contenido toda forma de espera: los que aguardan no saben que ya su actitud es una vindicación del yugo.

Que no se engañen los marxistas, los dialécticos ni los justicialistas; que no sigan delirando los publicistas de dichosos porvenires, el cotarro de embaucadores de la plenitud y de rameras de la ilusión. Nada nos sacará del gran camino y nada nos sanará el tumor original.

En este ensayo pestilente al que los utopistas llaman historia, la única verdadera Diosa se llama guillotina.

Ningún dulce anarquista irá a la cita con la historia.

La única historia a ser reconocida –más allá de violencia, difamación, o sadismo –es la historia de los latidos del corazón soberbiamente individual.

Exigencia de una violencia equilibrada y bienhechora, ácido para despertarnos del sueño impuesto por los calendarios.

Los anarquistas, ebrios de ternura, lo haremos todo por la dicha, pero exigiremos con firmeza que nadie se permita agradecerlo.

No laboremos para reemplazar la sucia riqueza que emana de todos los poderes, sino para exterminarla hasta que de ella no queden sino las piadosas cenizas.

La única conciencia transparente a la que obedece el anarquista es la conciencia erótica.

El que no desdeña el tenebroso calendario, el río de insustanciales fechas, está condenado a naufragar en el mismo mar que los imbéciles…

Sabemos que toda primavera engendra su contrario. Diásporas, prisiones, distancias, desencuentros: piezas trascendentales en el alfabeto de honor del anarquista.

Hay que detectar el rastro de la cicuta en las palabras prometedoras del caudillo y decretarlo mesiánico.

Que la inquietud, la zozobra y la desazón sean bienes en sí mismas… Explotemos como ebrios en la negación de toda ruta, exultemos un presente de dichoso inconformismo, y que no se convierta el insurrecto en una niña nostálgica de horizontes ni una deprimente Penélope piedracielista.

El anarquista no interviene en política sino cuando le es permitido expresarse en formas extremas y arrogantes, aquellas que exigen, sin temblor, la corrección de todos los errores, empezando por el más grave: que el hombre haya transigido con la existencia del poder.

La imaginación se conjuga en presente, el poder en pasado y futuro. La yerta utopía debe nacer ya y ahora como el amor y el sexo… cumplimientos que no resisten la espera y que necesitan del majestuoso estallido para realizarse.

La razón es otra deidad caída… ya casi nos extermina una corriente y plebe sobredosis de cordura.

Viva la inconsciencia de la justicia que atalaya el anarquista. Lejos de esa intención se empollan perpetuamente las formas virginales de la ignominia. En su círculo siempre está a punto de despertarse el Demiurgo de la falsa comunión.

Como un tropel sonámbulo, y cual condenados a los círculos del averno celeste, siguen caminando los que desconocen las potencias de la rebelión instantánea.

Desdeña todo pan que quede en el mañana, todo abrazo que requiera de la mansedumbre de la espera.

Si mereceremos no tener gobiernos no será gracias y a causa de la revuelta por una nostalgia de futuro, sino merced a sus fatales contrarios, los impetuosos y soberbios negadores del mañana. Todo proyecto es convención. No hay nada más utópico que aquello que parece realizable.

Apoyo el sueño de una colectividad de excepciones; blasfemo de un mundo equiparado por falaces espejos. Es imperioso exaltar en cada ser humano su singularidad extrema, y elevarla como un tesoro evadido. Busco por siempre el espejo de la alteridad.

Únicamente quedarán los detractores de la gran costumbre, que no se fían a las causas supremas sino a las hambrunas esenciales.

Haremos todo lo posible para colaborar en el cumplimiento de todo lo imposible.

* Misterioso y asiduo colaborador epistolar de Con-fabulación. Se declara anarquista sin tapujos y dice tener varias obras inéditas. Su punto de vista aporta una visión excéntrica y honda de la rebeldía y, aunque discutible, está contaminado por una inteligente zozobra. Una voz de la diferencia que contribuye a nuestra misión incluyente.