El primer diplomado de Con-fabulación terminó el pasado sábado 12 de abril, luego de seis semanas de fragorosa investigación sobre el periodismo al que hemos bautizado periodismo de autor, y que se define como un nuevo punto de mira, que privilegia la subjetividad y la impronta personalísima de quién escribe y lanza una estela de duda sobre la prensa tradicional, conservadora, alienante y llena de clichés.
Los lúcidos hallazgos, las inolvidables visitas de Daniel Coronell y Jotamario Arbeláez, y, por sobre todo, el nacimiento de una solidaridad y una amistad genuina con los inquietos estudiantes nos hacen presentir la apertura de un camino, cuya meta es fortalecer la imaginación, la creatividad y los recursos posibles para la invención de bellas y expresivas piezas reporteriles.
Cada uno de los diplomados pudo develar, no sin asombro y fulgurante alegría, la parte dormida o recóndita, desconocida o montaraz de su talento y creatividad. Tuvimos la suerte de aunar hombres y mujeres de grandes valores, inquietos, lúdicos, hambrientos de experimentación, hondos y, para completar el artilugio, de una calidez inolvidable, la misma que nos convirtió en estos seis sábados en un equipo, y que nos hizo, incluso, sentir nostalgia de acabar con tan bello ritual. De todas maneras cada uno de ellos se queda en la casa de con-Fabulación y
Nos acompañaros: Andrea Rodríguez Oramas, quién escribió una crónica casi novelada sobre el sexo virtual; Andrea Amaya, una bella y muy joven periodista que investigó a fondo el contradictorio ritual de la fiesta brava; Sandra Milena Puerta, que hizo una divertida crónica sobre la dificultad que se le presenta a un periodista de la prensa libre cuando trata de entrevistar a una estrellita de la televisión; Bibiana Mendoza, quién adelantó un trabajo sobre un librero excepcional y realiza otro sobre las metamorfosis continuas de los teatros del centro bogotano; Jenny Alexandra Rodríguez que buceó en el mundillo de la pedagogía y sus propuestas alternativas; Freddy González, que se fue hasta Santander para retratar las penurias y luchas de una emisora comunitaria; Francy Helena Uribe que escribió una deleitosa recreación de la nostalgia del calor y “EL infierno del frío” en los neivanos que se vienen a vivir en Bogotá; Miguel Ángel Bernal quién con humor describió la función de oscuros zopilotes que cumplieron muchos reporteros en la tragedia de Armero; Alejandro Sánchez, arrojada pluma que fue capaz de entrevistar a un sicario y capturó su lenguaje salvaje, desolado, urbano y curiosamente musical; Mario Torres, quién ha sido uno de nuestros caricaturistas de cabecera y quién reveló su cercanía con la buena escritura como lo demuestra la crónica suya que aparece en este número; Olga Rojas, que retrató las luchas pedagógicas y sociales de una maestra de escuela rural que además es su madre, y Esperanza Martínez, preparada comunicadora quién, no obstante, quería profundizar en la escritura y que terminó buscando nuevos puntos de mira para narrar el dolor y la agonía del río Bogotá…
Ahora estamos menos solos. Algunos de estos diplomados continuarán con nosotros en