Entrevista a Fernando Maldonado

Buscando la ventana mítica

Se inagura La Ventana Mítica, exposición individual de Fernando Maldonado, uno de los artistas más vigorosos del momento y el creador de un universo donde pactan el sueño y la ironía. En esta serie de trabajos Maldonado afronta el misterio de la Ventana desde tres perspectivas: lo que vemos cuando miramos hacia una de ellas, lo que observamos de una ventana hacia otra y lo que descubrimos cuando oteamos desde ellas hacia el paisaje interior invadido de brumas oníricas. La exposición se inaugura el próximo 15 de mayo a las 7 p.m. en Galería Casa Cuadrada, Bogotá.

En el arte abstracto y conceptual se esconde una especulación que pareciera no tener fundamento…

En efecto, no hay término más adecuado que usar la palabra “especulación” para referirse al arte actual. La connotación es completa. Especulación en el sentido de construcción mental, intangible y en el vacío. Y la otra especulación, la de los que encarecen algo para venderlo más alto. La cultura occidental ha sido timada con buena parte de lo que crearon las rebeliones estéticas del siglo XX. Sólo quienes las fundaron merecen el crédito. La mayoría de sus seguidores constituyen una horda amorfa que se auto justifica y premia en un pequeño club privado de cada país. Para completar, tienen el mismo mecanismo de seguridad conceptual de las religiones y es que cuando son atacados recurren al argumento de que la sociedad es obtusa y estúpida por que no los comprende. Si todo lo anterior falla, recurren al argumento de la fe. Es como cuando un fanático cristiano habla de Cristo. Sólo que ellos hablan de Duchamp, Beuys o de la cumbre inalcanzable e incomprensible del pensamiento estético formada por Foucault, Derrida, o Danto. Si alguien se niega a “creer” lo condenan al ostracismo, porque para completar controlan todos los espacios oficiales. Es el sueño anhelado por los sistemas políticos de extrema derecha e izquierda: Los nazis deseaban un arte oficial no degenerado que evocara a la “raza”; los comunistas un arte oficial que reflejara el triunfo de las clase obrera sobre la burguesía.

¿El arte contemporáneo, en su cruzada por abolir el cuerpo, ha proscrito el erotismo?

El arte contemporáneo ha dejado de “representar” el cuerpo, para usarlo directamente en la obra, para hacerlo instrumento de la obra. En esa medida quizá nunca ha estado más presente que ahora cuando la mayoría de los artistas opta por la performancia, el happening o la instalación. El problema de lo erótico es que desaparece en la medida en que se hace más evidente. Es como el porno, tan obvio que ya no es erótico. Para mí el erotismo es ocultamiento, no desnudez. Debido a eso la tentación permanente por mostrar cuerpos desnudos con el más mínimo pretexto resulta tediosa y sin significado. Todo viene conectado con el manido discurso de que buscamos la afinidad con la naturaleza y el inevitable cuento bíblico de la desnudez de Adán y Eva y el pecado original que buscamos deshacer. Lo que noto es el terrible efecto de la religión sobre el hombre y su consecuencia directa: la culpa. Culpa de sí mismo, culpa de tener un cuerpo que siente o desea.

¿Cuáles nombres relevantes han sido excluidos por las imposiciones de la cultura oficial colombiana y por las reglas rapaces del comercio imperante en nuestro medio?

En Colombia, podríamos mencionar a los artistas plásticos de la pretérita generación Bachué y algunas figuras individuales que realizan lo que muchos llaman pintura figurativa. Pero es más interesante poner en evidencia cómo esa cultura oficial creó una escala en la que se considera más importante el trabajo pictórico de Beatriz González o Maripaz Jaramillo que el de Luís Caballero, Juan Antonio Roda o Ángel Loochkartt. Para un observador medianamente culto las diferencias son muy grandes. A nivel formal la fealdad total de la obra de las dos primeras no es, como lo argumentan, “intencional” sino un ejemplo de la buena suerte obtenida por quienes están en el lugar adecuado a la hora adecuada. “paparruchas” como decía Picasso al referirse a su éxito como hombre de mundo y artista moderno. Es el circo del arte. En nuestro medio corrió por cuenta de Marta Traba. De allí en adelante todo quedó establecido. Dos facciones claramente separadas: quienes recibían su bendición y quienes eran arrojados al purgatorio.

Así como existe intertextualidad, cuando se contempla su obra podría hablarse de interpictoridad, por el juego especular que realiza con los grandes maestros. ¿Los tapetes y cortinas con referencias a hitos pictóricos del siglo XX, obedecen a una acción de gracias a las tradiciones o a una burla del arte contemporáneo?

La interpictoridad es un juego mordaz. Es también una forma de pagar la deuda que tengo con los que me situaron -por haber nacido en la segunda mitad del siglo XX-, en un limbo histórico sin conexión con nada de lo que se hacía en la facultad de artes. Nací y crecí en pleno auge del arte conceptual y para mí fue la misma experiencia del traje del emperador, el famoso cuento de Andersen cuyos sastres lo engañaron, se lo bebieron y comieron y lo convencieron de que llevaba un hermoso traje, aunque en realidad estaba desnudo.

Usted es un pintor con gravedad literaria. Puede nombrarnos sus deidades poéticas y cinematográficas…

Borges es uno de los más recurrentes, con todo lo que tiene de monstruoso y maravilloso. También están personajes como Porfirio Barba Jacob, Isidoro Ducase con sus Cantos de Maldoror, Cortázar en sus cuentos, Melville, London, Henry Miller, Heráclito, y muchos investigadores de la historia. En el cine estoy interesado de nuevo en Buñuel. A otros los he retomado y ya no me impactan como Antonioni. Bergman y Kurosawa siguen incólumes.

¿Cree que existe un arte colaboracionista, que satisface las abyectas imposiciones del poder?

Existe un arte colaboracionista, pero no es el que se suele pensar: La famosa grieta de la galería Tate de Londres, obra de Doris Salcedo, es arte oficial puro, completamente colaboracionista. La obra fue patrocinada por la multinacional Unilever, ampliamente conocida en el mundo entero por sus diversos productos y no tan conocida por sus abusos con el medio ambiente o la explotación infantil ¿Qué puede ser más colaboracionista que esto? Un artista es honrado con uno de los espacios de mayor reputación en el mundo, un salón de la TATE de Londres. ¿La obra? Una grieta profunda que atraviesa la sala de un extremo a otro. ¿El mensaje? Hacer reflexionar al público sobre la discriminación racial, la división del mundo en primer y tercer mundo, etc. En suma, una obra de alto contenido de crítica a la injusticia del mundo pero quién patrocina el evento?

Unilever apoya el arte contemporáneo de crítica social. No puede haber algo más obvio con respecto a las verdaderas intenciones de muchos artistas contemporáneos: Aparentar que critican al sistema mientras este los patrocina. El sistema gana más credibilidad si la obra es de crítica política o social porque lava sus culpas en el manantial del arte moderno. Lo que ayer fue vanguardia hoy es ortodoxia. En realidad si se quiere hablar de artistas comprometidos con causas sociales habría que citar a los que aparentan en el inconsciente culto de la intelectualidad, una mayor lejanía. Por ejemplo Fernando Botero, Shakira o Juanes. Independientemente de sus logros o calidades estéticas inciden en lo social de muchas formas. Dudo que la instalación de Doris Salcedo haya cambiado algo concreto en la dura realidad de los niños explotados en el “Tercer Mundo”.