Ni los ideólogos estelares que moldearon doctrinas beatíficas o fatales, ni los grandes del misticismo protegidos por la santidad y el ayuno, ni los deportistas que se metieron veloces al inconsciente colectivo, ni los inventores con sus relámpagos de genialidad que trajeron al mundo máquinas inesperadas, ni las luminarias del cinematógrafo, ni los militares que urdieron cruzadas y batallas que ahora son recurrencias de las páginas de la historia, ni los mártires que entregaron con fiera serenidad sus vidas truculentas, ni los médicos infatigables cuya escaramuza con la muerte no ha cesado desde que empezó a correr el río del tiempo, ni los asesinos exquisitos o los grandes infames, y menos aún los escritores y poetas, los físicos, las mujeres hermosas, los hombres apuestos, las capos de la mafia, los fundadores de marcas legendarias, y –lo que resulta inverosímil- tampoco las grandes utopías soñadas por el hombre como paliativo de su soledad y su espera infinita, lograron tener una fama tan irrebatible y contundente como la de esta joven barranquillera, en cuyos orígenes apareció –una y otra vez – la incomprensión , el rechazo, el desdén y la burla, al punto de que alguna vez la patética directora de una de esas revistas del corazón que se venden en la calle como pan envenenado, viéndola aguardar para una entrevista en las oficinas de su publicación, soltó una frase cargada de maledicencia: “Esta pobre barranquillera con pinta de virgen de pueblo, y tan lagarta como los concejales vallenatos, tiene el sueño idiota de transformarse en cantante de baladas... pobrecita... no le alcanzan las fuerzas ni para cantar en unas fiestas patronales”. La inerme muchacha, saltando por encima de todos aquellos escollos y rumores, trabajó infatigable hasta reinventarse por completo, y terminó sacando toda una galería de insospechados recursos, una fuerza sensual digna de los deseos de los hombres silvestres, una lírica pop de calidad dudosa pero gran aliento y unas canciones que reflejan muy bien los ímpetus y la imaginería sensiblera y masiva.
Esta mujer serpenteante, símbolo de una generación enamorada de la nada, es la representante clave de los muchachos del verano post-moderno, erizado de trivialidades e infestado por la inconciencia, y completamente distinto al humanismo que calentara las esperanzas de los jóvenes de los años sesenta, y obtiene uno de los primeros puestos en la entradas a los sitios Web y a los bancos enciclopédicos de la Internet, porque al indagar allí es increíble –lo cual demuestra la calidad del tiempo que estamos viviendo– comprobar que Shakira supera en cantidad de páginas en el buscador Google, a nombres cuya inmortalidad está más allá de cualquier duda, como: Jesucristo (3.410.000 páginas), Buda (10.600.000), Mahoma (1.390.000), Alejandro Magno (755.000), Napoleón (2.880.000), Lenin (1.610.000), Mao (5.510.000), Adolfo Hitler (39.900.000), Víctor Hugo (553.000), Marcel Proust (5.690.000), Kafka (10.900.000), la Biblia (17.800.000), el Corán (588.000), Madame Curie (7.130.000), Albert Einstein (7.130.000), Marilyn Monroe (2.880.000), y no se salvan de su paliza virtual músicos geniales como Mozart (53.500.000), Beethoven (30.500.000), o los populares The Beatles (3.620.000), The Rolling Stones (40.000.000), Michael Jackson (42.100.000), Pink Floyd (38.100.000) y Lennon (32.100.000) quién en verdad es más famoso que Jesucristo; y ni siquiera la bomba de Hiroshima, la batalla de Waterloo (37.500.000), o los perturbadores artistas Van Gogh (27.500.000), Picasso (41.400.000) y Michelangelo (15.200.000), tampoco los libertadores Simón Bolívar (284.000) y José de San Martín (15.400.000), y Miguel de Cervantes (2.440.000) y su eterno Quijote (6.800.000), Gabriel García Márquez (299.000), el inmortal Borges (11.200.000), Angelina Jolie (29.600.000), Nicole Kidman (13.400.000), Brad Pittt (21.600.000) y, en la apoteosis de un mundo que venera la superficialidad e idolatra el espectáculo, la simulación y el lujo, también pierde el ser omnipresente que está en todas partes, que no tiene principio ni fin, y en cuyas manos irreales reposa el universo entero, pues en el buscador Google, la nueva deidad del planeta Shakira (54.000.000 páginas) derrota a Dios (53.100.000), y como si fuera poco también a la dama de la guadaña, a la impasible, hermosa y seductora emperatriz del exterminio, al No 13 del Tarot, a la señora muerte (40.700.000).
El único que permanece invicto frente a esta diosa mediática, demostrando su fuerza y su arraigo en el inconsciente colectivo de los hombres, es el Señor de las Sombras, el Príncipe de las Tinieblas, el Emperador de lo Oscuro, pues como un milagro Shakira no logra derrotar al Diablo (103.000.000 enlaces).