Entrevista con Ángel Loochkartt

Soy otro ángel exterminador

Es, además de uno de los pintores más vigorosos de la moderna plástica colombiana, un ser humano excepcional, que no limita su área de influencia a la mera especulación estética. Por el contrario, cuanto más se sumerge en su obra aumenta para él la necesidad de participar, comentar, apuntar, ironizar. Ángel Loochkartt, perteneciente al llamado grupo Expresionista Colombiano, nació en Barranquilla, estudió en Italia y ya lleva varias décadas de consagración al trabajo pictórico, forjando una obra subjetiva pletórica de símbolos ardientes, que plasma una verdad que se devela y vuelve a desaparecer dejándonos la sensación de que le eternidad dura un parpadeo. Sus travestis, sus ángeles y demonios nocturnos, sus piltrafas exultantes de carnaval, sus bodegones exuberantes, sus mujeres poseídas de lascivia y muerte, ya hacen parte de nuestra casa mental. Entrevista con un pintor fructífero que no cesa de hostigar a la vida demandándole que adquiera el linaje del milagro

¿De dónde proviene su obsesión por la noche y sus ciudadanos clandestinos, ferozmente eróticos?

Creo que estas visiones no encuentran una fecha iniciática. A veces presiento que las traje conmigo desde mi nacimiento y que son anteriores a la vida, como una fuerza, intrigante y enigmática. En ocasiones, también, creo que vienen de las visiones nocturnas prodigadas generosamente por el sueño. Esas figuran arrastran consigo, es cierto, un feroz erotismo que bordea con lo fúnebre y lo metafísico.

Háblenos de algunas influencias pictóricas claves.

Pienso que mi pintura se encuentra muy cerca de la herencia renacentista. Amo a los pintores italianos y españoles, no solamente por su técnica y su estética sublime, sino también por sus visiones, nimbadas de misticismo, culpa, miedo, terror teológico y erotismo ceniciento. Pienso mucho en Goya cuyos aquelarres tremendos merodean en mi obra como un luctuoso espejismo; amo el erotismo esencial de la “Venus en el Espejo” de Velásquez que fue el cuadro precursor donde la perturbadora imagen de una mujer quedó registrada de espalda. Podría recordar también a otros artistas como Caravaggio, Vermeer y Rembrandt: el demiurgo más grande que haya domeñado la luz. Mi veneración hacia el gran holandés llegó a su punto más alto cuando tuve una hija y no dudé un solo instante en llamarla Saskia, como la esposa del artista. Pero hay alguien que me conmueve de manera totalizante y ese es el Impresionista Paul Gauguin. Su vida fue un inclemente purgatorio interior y una incesante serie de fatales accidentes exteriores. Sin embargo, en la Polinesia, mientras lo devoraba su enfermedad terrible, creyó encontrar un nuevo camino para el arte contemporáneo y fue el de la pintura tribal y sus representaciones mágicas. Gauguin es sin duda un mártir y yo apostaría que también fue un santo que murió de sífilis.

También es perceptible en su obra la sombra tutelar del cinematógrafo

El cine ha sido para mí casi una pasión maniática. Amo el celestinaje de la oscuridad, la sinuosa revancha del sueño contra una realidad conventual, geométrica y ominosa. Cómo olvidar las grandes escenas de Luis Buñuel, Pasolini, Bertolucci, Charles Chaplin y de mi amigo Federico Fellini.

¿Amigo usted de Federico Fellini?

Me he jactado durante años de haber mantenido una breve pero fructífera amistad con el genio de Rimini. Aquello ocurrió en Roma, hará unos veinticinco años. Yo caminaba por la Vía Venneto disfrutando de aquella atmósfera donde hay un predominio lascivo de lo femenino, lo seductor y vibrátil. Y entonces apareció él, gigante, con sus ojos grandes de niño alucinado por la vida. Yo levanté mi mano y lo llamé... y él se detuvo, sonrió y contestó mi saludo. Fue una bella amistad de dos minutos. En México, por otra parte, también conocí al Indio Emilio Fernández. un verdadero icono de la estética popular latinoamericana: sus filmes son grandes y poderosos lienzos. Se trata de un auténtico pintor.

¿Cómo se definiría Angel Loockartt a nivel ideológico?

Creo profundamente, como le ocurrió a Borges, en el anarquismo, y también con el escritor argentino sueño con un tiempo en el que nos mereceremos no tener ningún gobierno; un mundo en el que la concepción de poder se habrá silenciado absorbida por fuerzas inéditas y benévolas. La política, decía también el autor de El Aleph, es una de las formas más acabadas de la superficialidad. Sin embargo la hora aciaga de Latinoamérica nos ha obligado a tomar partido, volviéndose casi delincuencial aquel que se pone al margen de la vida cotidiana, de las luchas sociales y de la batalla por unas reivindicaciones urgentes a favor de los que no han tenido ni siquiera una primera oportunidad sobre la Tierra; porque como lo dijo Camus un artista no debe estar con quienes hacen la historia sino con aquellos que la padecen.

¿Pero está usted de acuerdo con que la pintura esté orientada por la ideología?

Siempre y cuando tenga una calidad insuperable y su búsqueda estética no se colme en el solo discurso ideológico. Yo pienso que existen grandes pintores políticos empezando por Goya (recordemos los Fusilamientos del 2 de mayo), quién se dio cuenta de que su tiempo era descarnado y que los escenarios de una España convulsa eran perfectos para atizar la imaginación pictórica.

¿Qué representa la oficialidad para un artista?

Es el cáncer que devastará su imaginación. Ninguna oficialidad es de signo positivo y todas, en cambio, son empobrecedoras, ultrajantes y, por supuesto, falaces. Cuando un artista se oficializa está muerto. Incluso la pintura política al oficializarse se muere, entra en barrena y empieza una patética agonía. Eso ocurrió en la Unión Soviética y en la China durante sus malogradas y fragorosas revoluciones culturales.

Su pintura está perpetuamente contaminada de femineidad... pareciera que su autor es un romántico empedernido, un enamorado perpetuo, un sacrosanto lascivo, un sátiro impenitente.

Las mujeres han llenado mis horas y mis telas con equidistante generosidad. Creo que su presencia anula el maleficio esencial de la realidad, deshace los nudos invisibles que aprietan con rigor nuestras gargantas. La mujer es diosa, hechicera, angélica o luciferina, su imantación nos convoca hacia los ritos más esenciales y preciosos. Yo me enamoro siete veces por día y en ello encuentro mi salud y las potencias de la imaginación fecundante.

¿Qué escritores tiene a mano?

Ya he citado a Borges a quien conocí en Bogotá en un edificio que parece sostenido por dos manos. Al instante me di cuenta de que tenía una idea, y se sabe que el hombre que tiene una idea es invencible. Agregaría los nombres espléndidos de Sartre y Camus, brújulas esenciales de una dignidad ultrajada o sencillamente perdida.

¿Cuál es el comportamiento de los poderosos actuales, frente al fenómeno del arte y la condición humana de los artistas?

Es antes que nada una actitud de desprecio, de soberbia anulación. Cuando ni siquiera tenemos la fortuna de que nos consideren peligrosos, entonces nos “ningunean”, como dicen los mexicanos. El arte ha dejado de ser una prioridad de las personas, remplazado por la fruslería de los mass-media, encargados de transformar un pequeño Dios en un robot enriquecido e inmisericorde. Sin embargo, nunca la palabra y la visión artísticas fueron tan urgentes e inaplazables. Nosotros conservamos, como dijo René Char, el fuego esencial, lo avivamos y lo hacemos en un boscaje árido

¿Qué piensa de Alvaro Uribe?

Detesto su patología napoleónica. Parafreseando a Groucho Marx, nunca entraría a un club donde reciban tipos como él.